junio 06, 2011

Sin título, y sin ánimo de buscárselo.

Eran pasadas las dos.
Eran buenos, calientes y peligrosos tiempos. Eran los High Times de Iribarren. Eran algo que más nunca volvió a ser, y que cada vez que pensamos en ellos, los recordamos con algo de melancolía, y a veces llega a nuestro cerebro ese olor que entraba por la ventana abierta del carro cuando ya estás llegando a la playa, pasando por los primeros restaurantes de la costa, cuando ya estás un poco lejos de Yaracuy. Ese olor salado, aunado a esa sensación de sal húmeda pegada sobre tu piel. ¿Cuantas veces hice ese viaje? ¿Cincuenta? ¿Cien? ¿En cuantos carros? Ford, Ford, Chevrolet, Toyota, Toyota, Toyota, Chevrolet, Chevrolet, Toyota... y tal vez otra vez Chevrolet, Ford y Toyota. Aún en mi corazón siento el sabor en la boca del aire playero de Falcón. Y el aire seco de cuando voy llegando a Barinas. Y el calor infinitesimal de Ciudad Bolívar, con su sol que derrite acero. Y kilómetros rodados, y pensamientos pensados, y sonrisas que vuelven a alegrar mi cara de Venezolano alejado. Y entre la lluvia y el frío, el calor de mis sonrisas me hace sentir vivo, otra vez. Y la brisa de la carretera ya no está. Ni la polar, ni el carro. Pero tampoco la incertidumbre. He aquí una tensa paz de mentes cuadradas y corazones que ayudan todo lo que pueden, cuando pueden. Cada paso dado es un paso más cerca del final. Dios nos puso montañas en el camino para que aprendiéramos a escalar.
Estoy hecho de luz, de energía y tengo vida y fuerza para esto y para más.



For nå tror jeg det.
Por ahora pienso así.

Rafa E. S. Pérez

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